martes, 19 de mayo de 2009

El regreso

Después de algún tiempo, volví al Río aquel… No sin cierta amargura le reclamé:
—¿No decías que podría encontrar la felicidad en el Amor? No he podido encontrar ni siquiera el Amor. Es muy fácil hablar cuando no se tiene otra cosa que hacer más que andar de un lado para otro.
El Río detuvo un momento su avance para preguntarme con una voz muy dulce:
—¿Qué es lo que entiendes tú por el Amor?
Molesto por esa pregunta tan tonta, de mala gana respondí:
—Pues que me hagan sentir bien, que se preocupen por mí, que me brinden una palabra de aliento…
Sin esperar a que terminara mi enumeración, me interrumpió:
—¿Crees que el Amor es sólo recibir y no dar? Eso no es Amor, eso es Egoísmo. Dar es la manifestación máxima del Amor. Cuanto más estés dispuesto a dar, más Amor estás proporcionando y, a la vez, más Amor estás atrayendo hacia ti mismo.
Sentí un escalofrío. Siempre quise que las cosas salieran como yo quería y nunca estuve dispuesto a hacer algo para que los demás me quisieran. No pude decir nada más. Dando media vuelta me alejé con el corazón encendido por una nueva llama, pero también con las mejillas encendidas por la vergüenza.
Ha pasado el tiempo y aquí estoy de nuevo frente a mi amado Río. Lo miro y siento toda mi alma inundada de agradecimiento por las lecciones que me dio. Esta vez no hay palabras. No son necesarias.
Ahora todo nuestro ser está anegado por el mismo sentimiento: el Amor.
Gracias a sus palabras modifiqué mis acciones y eso me permitió encontrar a un Ser maravilloso, una persona capaz de dar y de recibir Amor. Una persona que vela y se preocupa por mí de la misma manera en que lo hago yo por ella. Una persona que se apoya en mí y que me tiende su mano firme.
Contemplo el avance del Río y me siento feliz por la Paz y la Tranquilidad que emanan de sus aguas.
Tomo una Flor y deposito un beso en sus pétalos. Mientras la coloco en la suave corriente, murmuro al Río:
—Gracias, amigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario