martes, 22 de marzo de 2011

Lobo

Estábamos almorzando en familia cuando llegó la doctora; salió a recibirla uno de los sobrinos, pues los demás no tuvimos el valor de hacerlo. Bien sabíamos a qué iba: hace unos días auscultó al Lobo, un perro hermoso, de esos que te demuestran su lealtad, su agradecimiento y su cariño con una especie de aulliditos que, a todos nos parecía, semejaban palabras; el diagnóstico fue contundente: los abultamientos que le fueron saliendo estos últimos días eran tumores malignos. La única solución posible era dormirlo y por eso nadie quisimos asistir a tan deprimente espectáculo. Queremos creer que no sufrió la muerte, que las molestias que venía sufriendo fueron desapareciendo poco a poco mientras sus ojos se cerraban de sueño. Se quedó dormido para no despertar más. Dicen por ahí que a veces las mascotas se sacrifican por nosotros, lo cual no parece sonar lógico, pero la verdad es que la vida nunca es lógica. Hace algunos meses, a mi suegro le detectaron un abultamiento en el cuello, con grandes posibilidades de ser cáncer. Ha tomado sus medicamentos, aunque no con la constancia que debiera, pero el abultamiento desapareció, para sorpresa de muchos. Si el Lobo tomó para sí ese sufrimiento, o no, nunca lo sabremos, pero lo cierto es que nadie que lo haya conocido pondría en duda esa afirmación.
Si el alma existe, debe tratar de limpiarse de los lastres materiales a que la encadena esta vida de sufrimientos y el camino más corto es a base de buenas acciones; si éste fue el caso, el alma del lobo avanzó un gran trecho hacia su purificación. Sé que es un triste consuelo, pero alcanza para afrontar la muerte de tan magnífica mascota.
Descansa en paz, Lobo; te extrañamos y nos sentimos en deuda contigo.