Después de tanto buscar la Felicidad, mis pasos me llevaron a la orilla de un Río; con mirada triste veía correr alegremente su corriente de un lugar a otro. Al verme consternado, sus aguas me preguntaron:
—¿Por qué estás triste?
—Por la Felicidad, porque después de tan larga búsqueda no he podido hallarla.
—¿Y dónde la has buscado?— cuestionó.
—La he buscado en el Placer, en la Ciencia, en la Sabiduría, en la Soledad, y no la he encontrado.
—¿Y no se te ha ocurrido buscarla en el Amor?
—¿Cómo voy a encontrarla en el Amor, si lo único que he hallado en él ha sido sólo sufrimiento?
No puedo describir la mirada tan llena de compasión que me dirigió; ni la dulzura de sus palabras cuando me dijo:
—Sólo porque una Flor tenga su tallo lleno de espinas no quiere decir que no exista algo muy bello en su parte más alta. Piensa también en mí: en mi camino encuentro piedras contra las que me golpeo constantemente, cascadas que hacen que me estrelle cruelmente contra grandes rocas, pero aun así soy feliz.
—¿Cómo puedes ser feliz con un Destino así? — Le pregunté sorprendido.
Con una infinita Ternura, producto de su Sabiduría, me respondió:
—Por el Amor: porque amo la Naturaleza que me rodea, amo las plantas y las flores que crecen en la orilla y a las cuales yo les doy vida; pero sobre todo, amo al Mar, al cual llegaré tarde o temprano, el cual me hace crecer y que, a su vez, es mi recompensa por todo lo que pude haber sufrido.
No supe qué decir. Sus palabras habían penetrado muy dentro de mi corazón y sentí cómo iba creciendo en mí la semilla de la Felicidad.
Entonces, el Río concluyó:
—No olvides que después de un duro camino siempre hay una recompensa al final; ama y obtendrás bien fácil esa recompensa: la Felicidad.
Dicho esto, se alejó mientras sus aguas susurraban una armoniosa melodía y una lágrima de Agradecimiento y Felicidad corría por mi mejilla.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario